“Despertó a la ocho, como de costumbre,
se metió en la ducha, se lavó los dientes
y en su viejo traje, como de costumbre
salió de su casa a las ocho y veinte.
Empujó en el Metro, como de costumbre;
unos van arriba y otros por debajo
y a las nueve en punto, como de costumbre,
dio los “”buenos días”” y entró a su trabajo.
La oficina fría, como de costumbre,
los mismos papeles, los mismos problemas,
los mismos colegas, como de costumbre,
con el mismo horario y los mismos temas.
Todo es de rutina, como de costumbre,
todo es una larga planilla de hastío,
se estiran las horas, como de costumbre,
habitando todas un reloj vacío.
Regresó a su casa, como de costumbre.
Encendió la tele y esperó la cena.
Se comió en silencio, como de costumbre,
en la noche mala y en la noche buena.
Despidió a los niños, como de costumbre,
y se quedó sólo, viendo un melodrama,
ella ya dormía, como de costumbre,
cuando finalmente se metió en la cama.
La tocó en el hombro, como de costumbre
y ella resignada se entregó enseguida,
luego dio la espalda, como de costumbre,
abrazó la almohada y se quedó dormida.
Todo es de rutina, como de costumbre,
todo es una larga cadena de hastíos,
se estiran las ansias, como de costumbre,
habitando todas un mundo vacío.
Despertó a las nueve, como de costumbre,
todos los domingos de su calendario
y se fue de campo, como de costumbre,
él con la familia en el utilitario.
Siempre al mismo sitio, como de costumbre,
almorzó barato en un merendero
y a eso de las cinco, como de costumbre,
se sumó al regreso de los domingueros.
Uno atrás del otro, como de costumbre…
Uno atrás del otro en la caravana
a vuelta de rueda, como de costumbre,
repetida historia de cada semana.
Todo es de rutina, como de costumbre.
Todo es una larga cadena de hastío,
se estiran los días, como de costumbre,
habitando todos un tiempo vacío.
Despertó a las ocho, como de costumbre,
se metió en la ducha, se lavó los dientes
y en su viejo cuerpo, como de costumbre,
salió de su casa a las ocho y….siempre.
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