Temprano el durazno del árbol cayó.
Su piel era rosa dorada del sol.
Y al verse en la suerte de todo frutal
A orillas de un río su fe lo hizo llegar.
Dicen que en este valle
los duraznos son de los duendes.
Pasó cierto tiempo en un mismo lugar.
Hasta que un buen día se puso a escuchar
una melodía muy triste del sur
que así le lloraba desde su interior:
‘Quién canta es tu carozo
pues tu cuerpo al fin tiene un alma.
Y si tu ser estrella
será un corazón el que sangre.
Y la canción que escuchas
tu cuerpo abrirá con el alba’
La brisa de enero a la orilla llegó.
La noche del tiempo sus horas cumplió.
Y al llegar el alba el carozo cantó
partiendo al durazno que al río cayó.
Y el durazno partido
ya sangrando está bajo el agua
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