No sé qué embrujo aprisionó mi vida,
al remolino de su corazón,
para arrastrar el alma enceguecida
hacia el abismo de la sinrazón.
Me quemo en una ardiente hoguera
donde mi amor se inmola en sacrificio,
porque en su propio maleficio
está mi perdición.
Su sangre con mi sangre se encadena,
en la pasión de un loco torbellino.
Furia brutal de un vendaval
que desató el destino.
Girando sin cesar será mi suerte,
para en la muerte acabar.
Como un castigo que llevarlo tengo,
junto a mi vida, siempre quedará
este martirio de su amor que vengo
sufriendo, toda una eternidad.
Estoy perdido ya en mi suerte,
no encuentro más el rumbo del camino.
Estoy marcado en mi destino
sin tener salvación.
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