La voz del gallo
es horario del caballo.
La voz del perro
zozobra del ladrón.
La vieja puerta
de goznes que rechinan
temblando se despierta
con la voz del aldabón.
La luz del rayo
alumbra de soslayo.
El ronco trueno
dispara su cañón.
Y empieza a picar
sobre el tejado
el ritmo de la lluvia
como tango compadrón.
Allá, oculta en la noche
volando sin ruido va por doquier
siempre la buena lechuza
que todo lo sabe y todo lo ve.
Anda cazando
mil pesadillas
que como buitres
quieren caer,
caer en casas sencillas
turbando a la gente que piensa bien.
Pero la lechuza las ataca,
hace chuza, desbarata
y las tira con desdén.
Será tal vez que las noches
de negras tinieblas me dan terror;
como si algo muy raro
ande de puntillas a mi alrededor.
No soy valiente
ni lo remedo.
Yo siento miedo
de no sé qué.
Por éso grito: — ¡Lechuza,
aquí has pesadillas, aprisa ven!
Ya que la lechuza las ataca,
hace chuza, desbarata
y las tira con desdén.
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