Un pozo, oscuro, y una puerta que se cierra.
Un llanto, una palabra, y mi boca amarga y quieta.
Un golpe duro y bajo, una lágrima suicida,
y una lánguida partida para mí.
Un luto, un entierro, y un camino derrumbado.
Las flores, que había plantado, de un golpe las arrancaron.
Cerré entonces las puertas al dios que trabó mi paso.
Cerré entonces las puertas al dios que las arrancó.
Creía, que yo podía, evitar este fracaso.
Creía, que yo soñaba, un destino para mí.
Creía, que no importaba, si mi amor lo superaba.
Sin embargo, triste y sola padecí.
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