Alegre siempre cantaba
el gorrión en su rama
esperando a su princesa.
Ella una linda canaria,
tan bonita que ni el viento
se atrevía a cortejarla.
Con el cante, sus “te quieros”,
sus piropos y sus versos
como poeta cantaba
regalando poesías
que al salir las golondrinas
no sabéis como envidiaba.
Y ella se hacía la celosa
y el gorrioncillo volaba
por una rosa.
Una historia de amor que se vivió con un sueño.
Y volaban libres dibujando un cielo de besos.
Fueron tantas las caricias que quedaron olvidadas,
y el recuerdo de un adios en su mirada.
Y es aquel gorrión
que se siente aquí en mi alma.
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