En mis intentos por interpretar el motivo del naufragio he visto florecer esta pasión adolescente,
brotar bosques boreales que se enraízan en mi pecho,
en mis abismos más profundos,
como cepas de un recuerdo que se niega a marcharse.
Me he asomado al magma
He visto allí nuestro cuerpos amantes abrasados,
inmolados en una muerte violenta y desgarrada, en un fuego que antes fue eterno
Y hundí allí mis manos en roja tortura, en la marea incandescente
Ojos inquietos que buscan y no encuentran.
Pero hay algo primitivo que palpita corrigiendo esta tendencia antinatural.
Un instinto reprimido, algo casi metafísico.
Se propaga por mis venas, contamina mis arterias y rezuma por mis poros.
Y cada glóbulo se resiente.
Cada parte de mi cuerpo te reclama moribunda para que sanes la herida.
Automutilación, alas muertas que me lastran, inercia que me arrastra.
El amargo placer de hilar los días que me quedan buscando una droga que me salve.
Pero no hay nada, solo flores palpitando al rojo vivo y labios marchitos.
No hay dolor, no hay tortura, no hay nada.
NO HAY DOLOR.
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