He vuelto a sentir el fuego tras la tormenta,
caminando sin vida sobre el cemento,
descifrando con dedos gélidos nuestras cicatrices.
Bajo el cielo de invierno vuelvo a ti,
víctima del carácter regresivo de nuestro amor.
El eterno retorno: pura lisergia que nos arrastra.
Somos hijos de la tragedia, de un mundo que no pudo asimilarnos.
El aborto cruel y desgarrado de lo que pudo ser y no fue.
Tú y yo, desorientados entre los edificios.
Tú y yo, irremediablemente siameses, compartimos el dolor.
Y seguiré las coordenadas a tus manos muertas,
bajo el sonido de las ambulancias calcinando el esqueleto de nuestra agonía.
Y una vez allí, te pediré que me drogues,
que prendas el carbón que enterré en mi pecho y me arranques del nihilismo, le herida que me pudre por dentro.
Yo desataré mi fauna interior buscando la manera de saciarte, mientras la magia nos hace bailar en círculos alrededor del fuego.
Tú y yo, desorientados entre los edificios.
Tú y yo, irremediablemente siameses, compartimos el dolor.
Vuelvo a ti.
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